Siglo XIX | Un dulce con tradición castiza. Las rosquillas del Santo.
Aunque la receta es muy antigua no se sabe a ciencia cierta el comienzo de la fecha de su elaboración. Unos dicen que viene de la Edad Media y otros se remontan hasta los romanos.
En lo que todos coinciden es que las popularizó en el Siglo XIX La Tía Javiera.
Procedía de Fuenlabrada o de Villarejo de Salvanés, ambos pueblos tienen una gran tradición rosquillera.
Javiera acudía cada fiesta de San Isidro a su puesto de la Pradera para vender sus rosquillas.
Dicen que las suyas eran las mejores, no llevaban azúcar en la masa, sino aguardiente, estaban empapadas en un jarabe y las presentaba atadas con una guita.
Tanto éxito tuvo que comenzaron a salir los imitadores y con ellos las versiones para la cobertura de las rosquillas, de ahí los cuatro tipos que conocemos.
Las tontas con un poquito de anís, las listas, con la misma masa que las tontas, pero recubiertas con un glaseado de huevo y limón, las de Santa Clara, cubiertas de un merengue blanco y las francesas creadas por el repostero francés del rey Fernando VI, a petición de su mujer Bárbara de Braganza, que van cubiertas por un baño de azúcar glas y almendras.
Hay muchas pastelerías donde comprar las rosquillas, pero el lugar más castizo es la Pradera.
Es un dulce madrileño que sabe y huele a tradición, a romería y a merendola al aire libre.
Según el dramaturgo Jacinto Benavente “la gente a la que no le gusta el dulce no es de fiar”, así que habrá que probarlas acompañadas de la tradicional limonada con vino blanco, limón, azúcar y fruta troceada o algún vino dulce servido en un pequeño vaso conocido como “chato”, o un vasito de agua del Santo.
¡A disfrutar!
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8 comentarios
Dulces de Santa Clara, yemas de Santa Teresa, el horno de San Onofre…y las rosquillas de San Isidro. Son muchas las recetas ligadas a los santos. La tía Javiera seguramente era buena persona, porque si hay algo que diferencia un sabor de otro excelente es el amor y la dedicación, ingredientes tan, o más importantes, que los propios de las recetas. Hace 4 días comíamos los huesos de santo, y ahora toca no perderse las deliciosas rosquillas de san Isidro. Da igual que sean más o menos listas, lo que son todas es exquisitas.
Tienes toda la razón, el amor y la dedicación convierten cualquier labor en excelencia. Un abrazo.
Mi tío era párroco en Fuenlabrada.
En aquellos años la estación del ferrocarril tenía el privilegio de tener un árbol, el único del pueblo, pero, eso no les importaba a los vecinos, eran felices porque, la tía Javiera era de allí y, al parecer, no tener sombra era lo de menos, siempre y cuando las rosquillas, de la ya famosa tía, estuvieran en sus despensas.
Cuando iba a verle siempre me encontraba un plato de rosquillas «listas» y un vasito de anís.
Qué buenas! eran las que más me gustaban.
Siempre ha existido la duda de la procedencia de la tía Javiera. Muchas gracias Mercedes por poner luz al asunto.
Tan solo decir que alucino con la foto del puesto de rosquillas. Maravilloso!!!!
Es que es espectacular. ¡¡¡¡Toneladas de rosquillas!!!!!!. Muchas gracias Raúl.
¡¡¡Qué ricas!!! Es de mis dulces preferidos. Espero durante todo el año para comprarlas en La Santiaguesa. Las que más me gustas son las que llevan una capa de crema de limón o algo así, blanditas… mmmm. Las compro por docenas. Son mi perdición, pero bueno, una vez al año…
¡Feliz san Isidro!
Sí Pilar, están muy ricas y las que más te gustan son…¡¡¡las listas!!!!!.
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